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miguel, 25 de marzo de 2003, 8:18:29 CET
Un sol y un corazón
He sacado dos pastas de la caja y las he puesto junto a la taza de café. Me siento a desayunar. Una de las pastas tiene forma de sol y la otra de corazón. Me voy a comer el horóscopo del día. Más tarde, en el autobús, camino de la oficina, miro al cielo. Hay nubes y claros, pero al fondo se acerca una nube gris que amenaza con cubrirlo todo. Me apiado de mi corazón.
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miguel, 20 de marzo de 2003, 11:35:59 CET
El dedo (I)
Mi mujer está como una chota. Completamente chiflada. Mal de la cabeza. Se ha vuelto loca. Ha perdido el juicio totalmente y desvaría. Está muy mal. Me ha dejado.
El dedo (II)
Mi mujer se ha vuelto loca. Ha dicho que me dejaba, que me abandonaba. Discutimos, ella gritaba ("no te aguanto más, me voy" -decía), medio histérica. Mientras tanto trataba de quitarse el anillo, pero sus dedos se habían vuelto gorditos, ya no eran las manos estilizadas de su juventud. La escena era bastante lamentable: ella cada vez más enfadada, gritando cada vez más alto, con esa postura extraña, sujetándose la mano izquierda con las rodillas, que a su vez agarra el anillo mientras la mano derecha tiraba hacia arriba, con todas sus fuerzas, enfadándose más aún cada vez que yo, con voz tranquila le decía que se iba a hacer daño.
El dedo (III)
- Cariño, te vas a hacer daño.
- Cuando salga el anillo te lo voy a hacer tragar.
- Deja que te ayude, echaremos un poco de aceite.
- NO TE ACERQUES A MI, ALEJATE...
Entonces ha abierto un cajón de la cocina, cogido un pequeño machete para carne y se ha amputado el dedo. Sin pensarlo. Ha puesto el dedo encima de la meseta, pegado al borde para no cortarse los otros dedos y de un certero golpe se lo ha amputado. Ha abierto la ventana y tal cual estaba, con anillo incluido, lo ha tirado.
El dedo (IV)
Mi mujer se ha vuelto loca. Está majareta. Se ha amputado un dedo y lo ha tirado por la ventana. Luego se ha vuelto hacia mi, con el machete en la mano, sonriendo. He salido pitando. Bajé los escalones de dos en dos. Como para esperar al ascensor.
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miguel, 19 de marzo de 2003, 15:40:06 CET
Cumpleaños
El domingo hizo, como hoy, un día soleado, cálido. Mi madre recordaba que hacía un montón de años (ya no sabe los que tengo) estaba ella en la habitación de un hospital, mirando la nevada que había en la calle. Un tanto triste porque su bebé estaba en la incubadora. Un bebé al que bautizaron tres días después, el día de San José, de forma apresurada. Por si acaso.
No sabían que librarse de mí no es tan fácil.
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miguel, 11 de marzo de 2003, 23:34:21 CET
Gibson digital
Una guitarra como esta es lo que hubiese necesitado yo en mi época de rockero. Grabar en digital y luego arreglar el desaguisado con el ordenador. Siempre se me dió mejor la informática que la música, y estas innovaciones le hubiesen venido bien a mi técnica insufrible. [Gibson Digital Guitar]
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miguel, 9 de marzo de 2003, 22:49:29 CET
Sinapsis
- Estoy de los nervios.
- Ah. ¿Y qué se siente?
- Se siente una mal. ¿Tú nunca te pones nervioso?
- Creo que no. No lo sé.
- ¿Nunca estás preocupado, ansioso, agobiado, impaciente?
- Soy un insensible.
- Una estatua.
- De carne y hueso.
- Te amo.
- Lo siento. No puede corresponderte. Podemos practicar sexo, pero no hacer el amor.
- ¿Y mis besos, no te resultan placenteros mis besos?
- Siento cosquillas en el cuello, eso es cierto. Y si me pinchas con un alfiler, sentiré dolor.
- No me lo creo.
- ¿Porqué estás nerviosa?
- Tú me pones nervioso.
- Estás de los nervios.
- Eso es.
- ¿Por eso tienes la piel de gallina?
- Sí. Y más cosas. También noto que mi corazón late más deprisa. Toca.
- Es cierto, un poco más y mi mano rebotaría.
- ¿Te gusta mi pecho?
- Para qué negarlo. Es una sensación agradable.
- Entonces quizás lo pueda conseguir.
- ¿Conseguir qué?
- Que sientas algo.
- ¿Algo de qué?
- Algo por mí.
- Eso es imposible. Tendrías que esforzarte tanto que te agotarías. Te quedarías vacía, como si alguien te hubiese absorbido, como si fuesen los restos de una serpiente que acabase de mudar de piel. Pero la culpa es mía. De los conectores en realidad. Supongo que el impulso eléctrico se produce, pero el cable no llega a ningún lado, las neuronas están desconectadas.
- Yo creo que podría conseguirlo. Si tú pusieras algo de tu parte.
- Mira, si quieres mentiré. Diré que te quiero, intentaré que seas feliz. Eso es lo más que puedo hacer por ti.
- Eso no es justo.
- Ya lo sé. Nunca sabrías si lo has conseguido realmente, pensarías que estoy fingiendo.
- Eso no me haría feliz en absoluto. Prefiero que no finjas.
- ¿Qué quieres hacer?
- De momento, sigamos caminando. Me encantan los atardeceres.
- Mira, el sol se va a ocultar justo detrás del cabo de Trafalgar.
- Creo que es la puesta de sol más bonita que he visto nunca.
- Aquí siempre son así de bonitas. Te acabas acostumbrando. ¿Lloras?
- Si.
- ¿Lloras por lo bella que es la puesta de sol?
- Lloro por muchas cosas. Sobre todo por tí, porque nunca podrás saber lo que es la felicidad.
- Pero si no me importa. No tienes que estar triste por ello. De verdad que no me importa.
El sol, a punto de retirarse, se había vuelto una gran bola roja, que se reflejaba en el mar verde esmeralda, llenandole de brillos. El cielo estaba límpio. Esta noche se verían las luces de Tanger desde la habitación del hotel.
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