Última actualización: 17/6/04 16:00
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Poemas contra la guerra - Rafa Turnes


  Te espera con los ojos abiertos
  Amputado

  Sobre un charco
  Respiran las mordidas de las pirañas
  Rojo sobre asfalto

  Te espera
  La luz fluorescente
  Verde sobre blanco
  Mientras corren las camillas
  Mientras se abrazan los que quedan

Rafa Turnes es periodista. Ha creado este sitio de poemas contra la guerra. Imprescindible.



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Amor, cuando yo muera...


Aquiles Nazoa (1920-1976)

Amor, cuando yo muera no te vistas de viuda, ni llores sacudiéndote como quien estornuda, ni sufras «pataletas» que al vecindario alarmen, ni para prevenirlas compres gotas del Carmen.

No te sientes al lado de mi cajón mortuorio usando a tus cuñadas como reclinatorio; y cuando alguien, amada, se acerque a darte el pésame, no te le abras de brazos en actitud de ¡bésame!

Hazte, amada, la sorda cuando algún güelefrito dictamine, observándome, que he quedado igualito. Y hazte la que no oye ni comprende ni mira cuando alguno comente que parece mentira.

Amor, cuando yo muera no te vistas de viuda: Yo quiero ser un muerto como los de Neruda; y por lo tanto, amada, no te enlutes ni llores: ¡Eso es para los muertos estilo Julio Florez!

No se te ocurra, amada, formar la gran «llorona» cada vez que te anuncien que llegó una corona; pero tampoco vayas a salir de indiscreta a curiosear el nombre que tiene la tarjeta.

No grites, amada, que te lleve conmigo y que sin mí te quedas como en «Tomo y obligo», ni vayas a ponerte, con la voz desgarrada, a divulgar detalles de mi vida privada.

Amor, cuando yo muera no hagas lo que hacen todas; no copies sus estilos, no repitas sus modas: Que aunque en nieblas de olvido quede mi nombre extinto, ¡sepa al menos el mundo que fui un muerto distinto!



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Terapia, Elisa Wald


  • Siento mucho haber tardado tanto en llamarla, pero sólo regresé a Nueva York hoy por la tarde. ¿Tiene usted unos minutos para aclarar algunos detalles?

Tenía una hora libre antes de mi siguiente sesión.

  • Sí, está bien.
  • En el mensaje decía que ya no se sentía a gusto con su trabajo. ¿Podría hablarme un poco más de esto, para poder hacerme una idea?
  • Sí, claro -dije. Pero vacilé; dudosa de las palabras que quería emplear-. Yo... bueno, de hecho trabajo en mi propia casa. Soy dominatriz. ¿Sabe qué significa eso?
  • Creo que tengo cierta idea -dijo-. Pero sería mejor que me lo explicara con sus propias palabras.
  • Bueno, en términos generales -dije-, me pagan, usualmente se trata de hombres, para que los domine y los discipline.
  • Ya veo -una pausa durante la cual me pareció escuchar que escribía-. ¿Y desde cuánto tiempo está usted en este campo?
  • Creo que unos tres años, o un poco más.
  • ¿Y cuándo ocurrió, por así decirlo, el giro negativo?
  • Es difícil decirlo con precisión. Yo diría que en el transcurso de los últimos dos o tres meses.
  • ¿Ha cambiado algo en la naturaleza de su trabajo, o sólo su disposición hacia él?
  • Soy yo. Todo lo demás sigue igual que siempre.

Otra pausa, crujido de papeles. Después:

  • Supongo que usted misma decide su horario.
  • Correcto.
  • ¿Le sería posible venir a mi oficina mañana a las siete de la tarde?

Hojeé la agenta:

  • Por el momento estoy libre.
  • Hay una tarifa de ciento treinta dólares para la primera consulta y evaluación. ¿Puede permitírselo?
  • Sí, sí puedo -sentí un asomo de vanidad al recordar que mi tarifa por hora era más alta que la de un médico.
  • Bien. Entonces espero verla mañana.

Extracto del relato Terapia, de Elisa Wald. Publicado en el libro "Habrá una vez - Antología de cuento joven norteamericano".



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Plataforma, de Michel Houellebecq (2ª parte)



Hace unos días escribí mis comentarios sobre la primera parte del último libro del polémico Michel Houellebecq. Ahora que lo he finalizado, creo que mi opinión no ha variado demasiado.

Es una novela muy fácil de leer, que engancha, ágil, con ritmo. La forma de narrar de Houellebecq es muy directa, sencilla. Aunque a veces se pierde en los monólogos, en sus explicaciones impecablemente razonadas, en general no resulta pretencioso, ni forzado. Todo lo contrario, es ingenioso en sus descabelladas teorías.

Donde si resulta (al menos para mi) excesivo es en la narración de sus episodios sexuales. Dejando aparte que chicas como su Valerie no existen, sus aventuras encajarían mejor en la colección de “La sonrisa vertical” que en Panorama de Narrativas de Anagrama.

El libro narra una historia de amor sencilla, en la que todo va tan bien que uno se espera lo peor. En la contraportada, un crítico la define como “una dolorosa historia de amor”. De dolorosa nada. Michel, el protagonista, un ser mediocre y aburrido, solitario y apático, pierde a su padre (con el que no se llevaba bien) y recibe una herencia bastante jugosa (lo justo para vivir sin preocuparse). Luego liga con una chica, ejecutiva de carrera ascendente a velocidad de vértigo, que esta muy bien, le encanta el sexo y no tiene problemas de experimentar todo tipo de juegos. Es una historia feliz, optimista, donde todo sucede mejor incluso de lo que se habían propuesto los personajes. Sin el menor inconveniente, Houellebecq va construyendo el castillo de naipes.

Pero la historia no puede ser un cuento de hadas, no está permitido un final feliz. De hecho es como un cuento de hadas a la inversa, donde las cosas buenas pasan al principio y al final gana la bruja.. Un final feliz no encajaría en la carrera de Houellebecq. Ya no sería polémico, cínico, alejado del buen gusto y el orden moral. Hay que hundir el frágil castillo de naipes que hábilmente ha dispuesto. Ese es el problema. La realidad no es como la cuenta Houellebecq. Y si no es creíble, si nos parece forzada, no hay sorpresa final.

Además, si tenemos en cuenta como era la vida del protagonista antes de conocer a Valerie, aunque la historia no acabe bien (de hecho acaba de forma trágica) es bastante mejor que si no hubiese sucedido nada y Michel hubiese seguido con su rutinaria y monótona vida. Como se suele decir “que me quiten lo bailao”.

Sinceramente, esperaba mucho más de este autor, al que precede una fama de polémico. El libro es entretenido, a veces divertido, a veces ardiente, en general optimista (ya lo he dicho e insisto). Y por eso se disfruta de la lectura. Pero cuando acaba, parece como si la historia nos hubiese sabido a poco, como si faltase algo por contar.
leer primera parte
Michel Houellebecq



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Plataforma, de Michel Houellebecq (1ª parte)


Dice mi amigo Lluis que si le preguntasen qué escritor ha sido detenido acusado de pedofilia, respondería sin dudarlo que el francés Michel Houellebecq.

Estoy leyendo lo que será el lanzamiento para el mes de septiembre de 2002 de Anagrama, la novela “Plataforma”, de Houellebecq. Generalmente, no suelo preocuparme por hacer una crítica de los libros que leo, por darles muchas vueltas. Es más sencillo, me gustan o no. Pero en este caso, me lo han prestado precisamente para que dé mi opinión y qué mejor que reflexionar sobre papel.

Las primeras páginas del libro son prometedoras. Describe el entierro de su padre con mucha ironía, falta de respeto y un lenguaje inteligente. En pocas líneas se autodescribe bastante bien, nos sitúa en su mundo y su entorno, sus debilidades y sus vicios. Sin embargo, el protagonista decide marcharse de vacaciones a Tailandia, y a partir de ahí, el libro empieza a flojear. A modo de “querido diario” se dedica a relatar su viaje y sus aventuras sexuales. Y poco más. Incluso el protagonista se llama igual que el autor.

Se supone un viajero experimentado, conoce los mecanismos de un viaje en grupo, lo que sucede en un primer momento, tras el primer día, etc. También hace una buena descripción de sus compañeros de viaje, un mapa variado: charcuteros jubilados, naturistas, profesores de universidad… todo parece bien encaminado para que suceda algo. Pero el viaje se acaba, el protagonista vuelve a Paris y nos quedamos con la sensación de haber leído una guía de viaje en versión porno light. ¿Qué quería transmitir Houellebecq? Ni idea. Al menos yo no lo he averiguado.

No he leído nada más de Houellebecq, quizás me atreva con su famosa “Las partículas elementales”, pero el resumen que me hizo mi amigo Lluis (el de antes) de “Lanzarote”, la novela que él había leído, se parece bastante a lo que sucede en “Plataforma”. Al protagonista solo le interesa el sexo, le gusta ir de putas (y como es reaccionario, se vanagloria de ello) y además las hace gozar. Narcisista al cuadrado. En “Lanzarote” le pasa algo parecido con un par de lesbianas. Con la disculpa de revisar la realidad sin tapujos, nos cuenta sus fantasías provocadoras. Y el realismo cuela pero no la intención.

Antes de dar mi opinión final, creo que debo acabar la novela, aún voy por la mitad. Me gusta, y mucho, como escribe Houellebecq (repito tantas veces su nombre para ver si aprendo a escribirlo de memoria). Me parece inteligente, incluso sincero. Seguro que sus fantasías, o fantasmadas, depende del lector, también son sinceras. Es lo que se le pasa por la cabeza, así que tiene disculpa. Pero además de estar bien escrito, un libro tiene que ofrecer algo más. La historia, la trama de la novela es importante, pero todo tiene que conducir a algo, a la intención que movió al autor a escribir el libro. Y de momento estoy bastante perdido.
Leer segunda parte del comentario



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