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miguel, 31 de diciembre de 2002, 19:28:53 CET
31 de diciembre
Cuando comienzas un proyecto informático todo son buenas intenciones. Muchas ideas, buen rollo con el cliente, mucho 'se puede hacer, no te preocupes'... Acabada la definición funcional y técnica, se comienza la programación y lo normal es que las estimaciones de tiempo no se cumplan, que haya retrasos. Por si fuera poco, siempre hay algún inconveniente técnico, que se salva con mucha dificultad y algo de ingenio.
Pero al final todo se hace con demasiada velocidad y tratamos de olvidarnos de documentar, porque empezamos con el siguiente proyecto. Nos olvidamos de las ayudas, de los manuales de usuario.
Supongo que mi estado de ánimo -un poco bajo, lo reconozco- se debe a algunos líos de trabajo (valoraciones que hay que entregar, algún viaje, la inoportuna mudanza ahora que necesitaba estar concentrado...)
También obligatoriamente he de relacionarlo con este dichoso espíritu navidadeño, éste que nos obliga a estar alegres. Y la obligación quizás produce un efecto contrario. Al menos a mí me lo produce. Porque este día 31 es igual que el mismo 30 del mes pasado, un día de cobrar la nómina, de cortar una hoja en el calendario. Y sin embargo, por algún motivo es un día de recapitular, reflexionar sobre lo pasado y un día de hacerse propósitos para el próximo año.
Leo algunos post, como el de Txema y pienso que yo querría tener mi propio F5 de la vida. Y si eso no es posible, al menos un mísero F1. Pero parece que al programador se le olvidó escribir la ayuda.
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miguel, 26 de diciembre de 2002, 9:11:26 CET
Strummer Vega
Me gustaban los Clash, sobre todo su "London Callin" aunque nunca estuvieron entre mis favoritos. Pero siempre que se produce una de estas muertes tempranas me entra cierta nostalgia.
También pienso que de nuevo alguien se ha colado, que se ha adelantado en la fila, porque el siguiente en la lista era Antonio Vega. Pero parece que éste, con su rostro consumido, sigue dejando pasar a otros. El héroe de la supervivencia abrazado a su particular heroína que le da un motivo para seguir viviendo mientras espera su turno.
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miguel, 23 de diciembre de 2002, 9:49:35 CET
Angie
Yo ya me había declarado. Torpemente. Ella me había dicho que no, cuando quería decir que sí. Vino a verme pero no dejé que hablase. Le hice un gesto, el dedo cruzando mis labios. Encendí el viejo tocadiscos, saqué el disco de los Stones, pinché "Angie" y bailamos.
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miguel, 23 de diciembre de 2002, 9:28:59 CET
Que al menos haya salud
O algo así se dice el día 22, después del sorteo de la Lotería, cuando compruebas que no te ha tocado nada. Repasas las participaciones, porque tienes un taco de ellas, y ninguna acaba en el mismo número que el gordo. Ni siquiera el reintegro. De golpe, todas tus ilusiones a la basura.
Ya sabes que no te vas a hacer multimillonario, solo quieres tapar unos agujerillos, pero nada, ni un euro. Porque la salud va a su aire, no hay que ser tan ingenuo. Si la vesícula te va a dar guerra en marzo, si Papa Noel te trae un cálculo renal o si tus pulmones tienen el color de la marea, no te vas a librar por no haber sido afortunado en la lotería.
No lo soporto, poner la tele y ver a la gente brindando, miles de administraciones de lotería, y en todas tocó. Gente con sidra el Gaitero, haciendo el ganso, cantando. ¿Cómo me voy a alegrar de la suerte ajena si la contrapartida es mi mala suerte? Es de estúpidos. Yo quiero que me toque a mí.
Y te acuerdas del calvo ese, el que te vende la moto en los anuncios de la tele, y te apetece darle un puñetazo en la nariz, ver si sangra de color rojo o también en blanco y negro. Ya sé que el tipo no tiene la culpa de nada, pero lo bien que me quedaría después, fíjate, eso si ayudaría a mi salud.
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miguel, 17 de diciembre de 2002, 13:29:47 CET
Despedidas
Acabo de leer un artículo en el diario Clarin sobre los mensajes de despedida de los empleados. En estos tiempos de despidos masivos, es un tipo de mensajes que abunda.
Incluso, buscando un poco, aparecen páginas que recopilan los despidos más numerosos, a modo de siniestro ranking. El del Financial Times está un poco desactualizado. En About o en MSNBC también tienen una lista, aunque debido, supongo, a los recortes de personal, no están muy al día tampoco.
Y casualmente, ayer cerraba (en principio solo temporalmente) una sección de información de Baquia, uno de los portales de información de nuevas tecnologías más interesantes.
En mi empresa apenas se ha despedido a gente, y no ha sido porque no nos haya tocado la crisis (que la hemos sufrido bastante, porque pertenezco al sector de la informática y las nuevas tecnologías), pero sí ha habido muchos compañeros que se han ido buscando mejores oportunidades. Sus mensajes han sido bastante emotivos, casi todos hablaban del excelente ambiente de trabajo, de los amigos que dejaban atrás. He de reconocer que yo he guardado varios, como orientación por si un día me llegaba el turno, pero aún no he tenido la oportunidad de estrenarme. O la suerte, supongo.
En el artículo de Clarin se comenta que la mayoría de las personas no puede resistir la tentación de ponerse sentimental, indulgente y, por qué no, amarga.
De los mensajes que he recibido, no los ha habido ácidos, como este que se cita en el artículo: Fue divertido trabajar con ustedes, pero será mucho más divertido no volver a verlos más. Adiós, buena suerte, y ojalá que a ustedes también les llegue esta hora.
Decía que prácticamente todas las despedidas que me han llegado fueron sentimentales, aunque sin caer en el patetismo de éste que se cita en el artículo: “Espero que haya iluminado un poco sus vidas así como ustedes iluminaron la mía”.
Pero mi favorita de este artículo es la del joven empleado, que ante una ola de rumores de inminentes despidos en la compañía en la que trabajaba, redactó su mensaje final, aún sin saber si figuraba en la lista de despedidos. Finalmente, tuvo que irse. Pero eso no fue todo: la empresa le prohibió tocar su computadora, la misma en la que había almacenado su texto. “Le tuve que rogar al gerente que me dejara enviarlo”. El mensaje decía así: “Fue un verdadero viaje en una montaña rusa, pero es hora de intentar algo nuevo. ¿Cómo me di cuenta de que me había llegado la hora? Fue simple: dos guardias vinieron a mi oficina y me ordenaron que me fuera”.
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