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miguel, 24 de abril de 2003, 18:07:33 CEST
Antes de ducharme, desnudo delante del espejo, he mirado con atención las cicatrices. Cada vez que encontraba una, el tipo del espejo me enseñaba otra. Como en la primera parte de "Tiburón", discutimos por ver quién tenía más y más grandes. "Esta -me decía- no se borrará nunca". Le he dejado ganar, me he metido en la ducha con el agua muy caliente y me he frotado con el guante de crin hasta que toda la piel se ha puesto de color rojo. Al salir me sentía mucho mejor, ya no había marcas. Incluso el espejo se había quedado mudo por el vaho.
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