Aquel día había tomado el autobús con paradas en vez del directo. Me apetecía cambiar la ruta de todos los días, ver caras nuevas, pasar por otras calles.
Al principio la mayoría de los asientos iban vacíos, pero poco a poco el autobús se fue llenando. En una parada, hacia la mitad del viaje me fijé en una chica que se disponía a subir. No sé qué me llamó la atención, era una chica de lo más normal. O quizás era por eso. O por su sonrisa.
Subió los escalones del autobús y pagó al conductor. Este arrancó, mientras la chica aún comenzaba a recorrer el pasillo. El autobús realizó un giro para incorporarse al tráfico y entonces ella perdió el equilibro y cayó en mis brazos.
Supongo que fue su sonrisa, tenerla tan cerca, tumbada sobre mí, la que me empujó a besar sus labios. Un breve beso. No lo pude evitar.
Se ruborizó, se levantó y, antes de alejarse al fondo del autobús, se volvió sonriendo de nuevo. "Gracias" -me dijo casi en un susurro. Mi corazón comenzó a latir nervioso, preguntándose por el misterio que encerraban sus palabras.