El placer de ir a trabajar
Nunca pensé que podría llegar a decir esto, pero últimamente he descubierto el placer de ir a trabajar. No me refiero al hecho de estar ocho horas sentado delante de un ordenador, sino a esos quince minutos que tardo en ir caminando desde la parada del bus hasta mi oficina.
Desde primeros de año estoy en otro local, más lejos de la parada, y lo que en principio se había convertido en un incordio ha resultado ser bastante placentero. Sobre todo ahora que los días empiezan a ser más largos.
Ahora puedo decidir si tomo la calle Rua, junto a la catedral y si atravieso por la plaza del ayuntamiento, junto al mercado donde están empezando a colocar los puestos de venta, o por el contrario subo por Rosal, tras atajar por la plaza Porlier, donde está el viajero de Úrculo. Incluso puedo bajar en otra parada y atravesar el parque de San Francisco.
Qué bonito está Oviedo, sobre todo en un día como hoy, azul, límpio. Y viernes.