En la playa,
tumbados sobre la arena,
encima de nuestras cazadoras de cuero.
En lo alto de la duna,
sin dormir todavía,
mirando las olas.
Las familias, felices,
comienzan a llegar.
Me siento y miro a los niños que juegan.
Uno de los más pequeños,
tendrá tres o cuatro años,
juega a coger las olas.
Intenta atraparlas,
pero siempre rompen en sus
manos.
Lo intenta cientos de veces
pero siempre rompen en sus
manos.
Y se ríe.
Miro al horizonte, y pienso
que mi tiempo es como
las olas.
Intento atraparlo,
pero siempre rompe en mis
manos.
Lo intento cientos de veces,
pero siempre rompe en mis
manos.
No soy yo el que se ríe.