Sin airbag ni cinturón de seguridad
Cuando tienes veinte años y piensas en el futuro, es algo prometedor. No sabes muy bien qué buscas, pero las expectativas son grandes. A los treinta empiezas con el histerismo, cuando te das cuenta que no has escogido tus objetivos, que simplemente has dejado que las cosas sucediesen y el tiempo avanza demasiado deprisa. Ahora tenemos treinta y cinco, y estamos empezando a asumir que las cosas no van a ser mucho mejores.
Esto es el segundo párrafo de un relato que he escrito últimamente, que está en esa fase de correcciones y reescritura. Habla de eso precisamente, de estamparse contra la madurez sin cinturón de seguridad ni airbag.