Ir a trabajar en autobús da mucho juego. Hoy iba un chaval contándole a su amigo la última bronca que le había echado su padre. Estos días está haciendo bastante frío y al chaval se le ocurrió salir al jardín de su adosado con los apuntes, aprovechando que los débiles rayos de sol calentaban un poco. Entró a por un bolígrafo y vio la jaula del hamster. Así que la sacó al jardín, para que el animal también tomase el aire y disfrutase de la tarde.
El caso es que por la mañana, mientras buscaba sus apuntes, recordó que los había dejado fuera la tarde anterior. Y con ellos a su mascota. Debido probablemente a la helada que había caído, el animal estaba todo tieso, parecía un polo. Pensando que quizás todavía conservase alguna de sus constantes vitales, decidió combatir la hipotermia metiendo al bicho en el microondas. Dos minutos en la posición de descongelar.
El resto os lo podéis imaginar. Mientras el hamster “revivía”, el chaval se fue a la ducha. Su padre, al ir a calentar la leche se encontró el cadáver, se llevó un susto mayúsculo, y del asco que le dio decidió posponer el desayuno y marcharse a la oficina, no sin antes calentarle las orejas al chaval. Verbal y físicamente.
Al bajar del autobús no pude evitarlo, tuve que mirar hacia atrás y allí estaba, un chico de unos dieciséis años, con la oreja izquierda de un tamaño dos veces mayor que la derecha.