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jueves, 3. octubre 2002

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John Gardner es el culpable


El martes di la primera clase del curso de escritura creativa. El primer día siempre lo dedico a conocer a los alumnos, preguntarles sus motivaciones para venir a clase y que se vaya creando un cierto clima de complicidad. Es necesario para que se atrevan a escribir sin timidez, que sean naturales.

También les he recomendado, como todos los años, que se compren un libro de John Gardner, "El arte de la ficción". Es un manual imprescindible.

  • Como dice el autor en el prólogo, debéis leerlo, comprarlo, robarlo (no, es broma). Bueno, de hecho, yo lo robé. Es una guía muy recomendable...

Una alumna, una chica joven me interrumpió.

  • Perdón. ¿Ha dicho...?
  • Si, bueno, fue hace mucho tiempo. Estaba ojeando el libro, leí lo del prólogo y sin pensarlo mucho, decidí hacer caso al autor y me lo metí en el bolsillo. Fue fácil. ¡Lo sugería el propio Gardner, no me mireis así! Claro que entonces en las librerías no había las medidas de seguridad que hay ahora.

Continué la clase y al acabar les deseé un buen día, emplazándoles para la clase de hoy jueves.

Cuando les he vuelto a ver me he llevado una buena sorpresa. Joaquín, un chico grandote que se había sentado en la segunda fila, entró seguido de su padre y el director de la Universidad Popular, para la que doy el curso. Por sus caras sabía que había un problema serio. Enseguida el padre me ha encarado y me ha llamado bastantes cosas. Mientras tanto, Joaquín se ha quedado algo más atrás, mirando al suelo. Luego padre e hijo se han marchado. Al chaval le habían pillado robando el libro que yo había recomendado.

El director de la Universidad Popular me ha pedido explicaciones y he tenido que dárselas, delante de toda la clase. Yo no había robado el libro. Era una broma que hacía cada curso, para despertar la curiosidad en los alumnos, indicándoles que en la vida real, detrás de cada detalle puede haber una historia de ficción; que tienen que ser observadores.

El director ha quedado satisfecho con la explicación. Me conoce de hace tiempo y confía en mi. Pero me siento enfadado. Este golpe de efecto siempre consiguió que los alumnos escribieran con libertad, con audacia, intentando impresionarme, superarse. Pero con mis justificaciones, creo los alumnos han dejado de verme de una forma distinta. Dudo que la mitad acabe el curso.



 

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