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miguel, 28 de septiembre de 2002, 8:24:14 CEST
Venezia
Iba de mi brazo y noté como se sobresaltaba.
- ¿Lo has visto, verdad? –le pregunté.
- Si.
- ¿Qué hacemos?
- ¿Es él?
- Marta, ¿qué dices? Estábamos con él cuando murió. En el hospital.
- Mira sus gestos, y su pelo. Y cómo se mueve.
- Vamos tras él –dije, tirando de Marta.
Lo seguimos. Las calles estaban llenas de gente, turistas como nosotros la mayoría. Al cabo de un rato ya no sabíamos donde estábamos, nos habíamos perdido. Entonces el hombre se paró a comprar un periódico.
- Tengo que hablarle –le dije a Marta.
Nos acercamos y le pregunté:
- Scusi signore. Credo que nos hemos perdido, siamo persi. Stiamo buscando il nostro hotel. Se chiama hotel Panada, é a San Marco.
- Certo! E molto vicino. Scusi, signorina, ma...Lei sta bene?
El desconocido miraba a Marta, que se había puesto pálida, la cara descompuesta. Ella echó a correr y se metió en un restaurante, camino del servicio.
Pedí disculpas y me fui tras Marta. Todavía estuvimos unos días más en Venecia y todo ese tiempo ambos, sin decirlo, estuvimos buscándolo. Aquel hombre era el vivo reflejo del padre de Marta, que había muerto hacía unos meses tras una corta enfermedad. No lo volvimos a ver.
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