Ya he comentado anteriormente mi costumbre de presentarme a concursos de relatos (y mi frustración por no obtener ni siquiera una miserable mención). La principal motivación es económica, he de reconocerlo. Aunque ganar un premio tendrá otras cosas buenas: aumentar la autoestima y estimular la creatividad.
Hoy he hecho recuento del número de concursos que llevo y es excesivo (no me atrevo a decir cuantos). Dado el nulo éxito obtenido, la tarea no ha podido ser más inútil. ¡Tantas hojas que han viajado kilómetros y kilómetros para acabar en un basurero, en una fábrica de reciclado, qué se yo!. Enviadas a la muerte sin ningún remordimiento.
Y me imagino a todos esos relatos, echandome de menos, abandonados en un vertedero, junto a los otros que han corrido la misma suerte (de esos que se preocupen sus autores).
No sé porqué, pero hablar de estos "seres" inorgánicos me llevan a otra duda, un tanto inquietante. Si un marcapasos mantiene al corazón funcionando (y las pilas tiene una duración largísima) y se supone que al morir a nadie se lo "extirpan", los cementerios debe estar llenos de "seres" orgánicos muertos, con corazones funcionando a pleno rendimiento.
No me explico este acceso gore en este momento, ni que relación guarda con lo que estaba contando. Hoy no es mi día.