Crónicas hoteleras (desde el otro lado del mostrador)
Antes de esta entrada, puedes leer este comentario que hice en el weblog de La gruta de las palabras.
Segundo día de viaje, dopado de Frenadol. Me dirijo a Vigo en mi coche. De igual manera que Crónicas Hoteleras nos deleita con las anécdotas de su trabajo en un hotel, me gustaría que algún camionero escribiese su "hoja de ruta", y disfrutásemos con sus aventuras (al menos yo, que hubo un tiempo en que me hubiese gustado conducir un trailer de 24 toneladas, debe dar una agradable sensación de poder al volante).
Casualmente me he traido un disco de los Del Fuegos, una de las mejores bandas de rock americano de finales de los ochenta. Y recuerdo cuando vinieron de gira por Galicia, a Santiago y a Vigo y vine a verles con mi amigo Arturo. Al final nos hicimos amigos de la banda y a las 9 de la mañana estábamos todos honrando al Santo Patrón.
Llego al hotel a eso de las 7. La secretaria había reservado plaza de parking, y para variar hay más coches que plazas. Me dicen que me ponga en la 3, pero mi coche es familiar y no cabe. Así que lo dejo en la 5. En recepción me piden la llave por si tienen que moverlo y me entra el pánico. No me hace ninguna gracia, la verdad.
Mi habitación es grande. La cama es de dos x dos y aún así resulta una habitación espaciosa. Hace calor, pero no veo el mando del aire acondicionado. Tendría que pedirlo en recepción, así que paso. Abro las ventanas. Una enorme T de color rojo está justo a mi lado. Aunque estoy en el un séptimo piso, sube demasiado ruído de la calle, y tampoco parece que refresque demasiado, así que vuelvo a cerrarlas.
El minibar está lleno de cosas apetecibles. Es como el escaparate de una pastelería. Todo te gusta pero pasas de largo. El baño también está muy surtido: jabones, champús, cepillo y pasta de dientes, maquinilla, calzador... no falta de nada, hasta crema hidratante. Eso si que me lo llevo. En la mesita, junto a la cama hay un cartelino que explica los cuatro tipos de almohadas de las que dispones: blanda, semiblanda, plumas y cervical. Pero se supone que tengo que pedirlas en recepción (tengo la semi), así que paso.
Miro el plano de la planta y resulta evidente que esta habitación doble de uso individual debe ser una suite. Al menos es la más grande de todas. Qué calor hace (¿será fiebre?). Enciendo el hilo musical, luego paso a la televisión, donde localizo un canal con videos musicales. Están Green Day con un tema del dookie. Me meto en la ducha para refrescarme y al salir veo a los Planetas. Hora de irse a cenar, a ese sitio BCB en la playa de Samil que me han recomendado (BCB significa bueno, cutre y barato).
Mi hotel está muy cerca de la calle Churruca. Al volver de cenar pienso en pasarme por esa calle, llena de garitos rockeros. Pero tiene la desfachatez de llover con fuerza, así que decido que me voy a mi habitación a escribir esta crónica hotelera, que publicaré mañana cuando llegue a casa. Enciendo la TV: Clapton y el umplugged. Me vale. Luego Paul Weller, fenomenal. Descubro que han dejado una bandeja con fruta sobre la mesa. Genial. Me como un plátano (por el tamaño ha de ser caribeño) y un kiwi (de Nueva Zelanda). Y un Frenadol.
En la otra mesilla hay dos bombones y una tarjeta que me desea "dulces sueños". Lo veo ahora que ya me he lavado los dientes. Bueno, casi mejor, seguro que tienen algún afrodisíaco para que conecte con la porno del Pay TV.
Bueno, a leer un rato (un cuento de Elissa Wald, Terapia que empieza así ) y a dormir. Mañana hay que causar buena impresión en la reunión.
Buenas noches.