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miguel, 9 de septiembre de 2002, 8:29:10 CEST
Disfraz
Hoy me he olvidado las llaves en casa. Y la cartera, y el monedero. Se quedaron olvidadas en el otro pantalón, el que me puse por la tarde, el día anterior. Por suerte me las he arreglado sin problemas. La culpa la tiene que voy a trabajar disfrazado: pantalones de vestir, americana, camisa, corbata. Pero por la tarde, cuando salgo del trabajo, me pongo mis zapatillas airwalk, mis pantalones cortos y mi camiseta negra. Y es que en el fondo, soy un rockero, que coños. Toco en cuatro discos, he dado más de doscientos conciertos, quizás trescientos. Eso es lo que pienso.
Hoy ha ido por la oficina un compañero que ahora está de baja (menisco) y me he dado cuenta que siempre le había visto con corbata. O en todo caso, con un polo discreto. Pero hoy iba con unos pantalones de cuadraditos y una camiseta. Parecía que iba a sacar las mazas y hacer unos malabares. Curioso.
Y entonces dudé si no sería al revés. Que nos disfrazamos para no sentir que realmente hemos sido engullidos por la rutina, engañándonos pensando que aún somos jóvenes y que mantenemos una postura. Pensando que trabajamos para pagar las facturas, que en realidad no hemos cambiado, somos los de siempre.
Es una cuestión de tiempo. Solo es una cuestión de tiempo. Al menos, mientras tenga aquí a mi lado mi guitarra, esa que nunca toco ya (pero como está aquí, podría cogerla ahora mismo) quedará alguna esperanza. Sin embargo, en el momento en que la guarde en su estuche y la deje en el hueco del armario, sabré sin duda que me he convertido en una persona adulta.
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