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jueves, 5. septiembre 2002

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Plataforma, de Michel Houellebecq (2ª parte)



Hace unos días escribí mis comentarios sobre la primera parte del último libro del polémico Michel Houellebecq. Ahora que lo he finalizado, creo que mi opinión no ha variado demasiado.

Es una novela muy fácil de leer, que engancha, ágil, con ritmo. La forma de narrar de Houellebecq es muy directa, sencilla. Aunque a veces se pierde en los monólogos, en sus explicaciones impecablemente razonadas, en general no resulta pretencioso, ni forzado. Todo lo contrario, es ingenioso en sus descabelladas teorías.

Donde si resulta (al menos para mi) excesivo es en la narración de sus episodios sexuales. Dejando aparte que chicas como su Valerie no existen, sus aventuras encajarían mejor en la colección de “La sonrisa vertical” que en Panorama de Narrativas de Anagrama.

El libro narra una historia de amor sencilla, en la que todo va tan bien que uno se espera lo peor. En la contraportada, un crítico la define como “una dolorosa historia de amor”. De dolorosa nada. Michel, el protagonista, un ser mediocre y aburrido, solitario y apático, pierde a su padre (con el que no se llevaba bien) y recibe una herencia bastante jugosa (lo justo para vivir sin preocuparse). Luego liga con una chica, ejecutiva de carrera ascendente a velocidad de vértigo, que esta muy bien, le encanta el sexo y no tiene problemas de experimentar todo tipo de juegos. Es una historia feliz, optimista, donde todo sucede mejor incluso de lo que se habían propuesto los personajes. Sin el menor inconveniente, Houellebecq va construyendo el castillo de naipes.

Pero la historia no puede ser un cuento de hadas, no está permitido un final feliz. De hecho es como un cuento de hadas a la inversa, donde las cosas buenas pasan al principio y al final gana la bruja.. Un final feliz no encajaría en la carrera de Houellebecq. Ya no sería polémico, cínico, alejado del buen gusto y el orden moral. Hay que hundir el frágil castillo de naipes que hábilmente ha dispuesto. Ese es el problema. La realidad no es como la cuenta Houellebecq. Y si no es creíble, si nos parece forzada, no hay sorpresa final.

Además, si tenemos en cuenta como era la vida del protagonista antes de conocer a Valerie, aunque la historia no acabe bien (de hecho acaba de forma trágica) es bastante mejor que si no hubiese sucedido nada y Michel hubiese seguido con su rutinaria y monótona vida. Como se suele decir “que me quiten lo bailao”.

Sinceramente, esperaba mucho más de este autor, al que precede una fama de polémico. El libro es entretenido, a veces divertido, a veces ardiente, en general optimista (ya lo he dicho e insisto). Y por eso se disfruta de la lectura. Pero cuando acaba, parece como si la historia nos hubiese sabido a poco, como si faltase algo por contar.
leer primera parte
Michel Houellebecq



 

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