Se había quedado encerrado en el taller. Los palés había volcado y ahora las maderas bloquean la puerta de salida. Un 31 de diciembre nada menos. Estaba atrapado hasta el día dos, hasta entonces nadie se acercaría por allí.
Revisó las provisiones, que eran escasas. Tenía café, una caja de galletas, algo de fruta. Podría brindar al año nuevo con agua del grifo. Al otro lado de la puerta estaba la bolsa con la compra que había hecho esa mañana, un chuletón de buey y una tableta de turrón blando. Si pudiese salir a por ella tampoco podría cocinarlo, porque no había sartén ni hornillo, aunque si tuviese forma de salir no estaría en el taller en ese momento, claro. La carretilla también estaba fuera aparcada, no había forma de mover las pesadas maderas.
Lo peor era no tener a mano el antidepresivo. La caja estaba dentro del bolsillo izquierdo de su cazadora, en el despacho del edificio anexo y notaba que le hacía falta. Una capsulita para sentirse mejor. Intentó no pensar en ello, pero era incapaz, cada vez estaba más nervioso.
Nadie le esperaba en casa, nadie le iba a llamar para felicitarle, nadie le echaría en falta. Eso era lo que más le dolía. Se había quedado encerrado en el taller, pero la diferencia entre estar aquí o en casa apenas era la comodidad de su sofá y la compañía del televisor.
- Bien. He de ser positivo –se dijo-. Tengo un montón de ataúdes que fabricar, así que al trabajo.
Estaba cansado tras un día duro, pero todo era mejor que estar parado. Si se paraba se ponía nervioso y entonces recordaba que no tenía las pastillas.
- Y todo por culpa del dichoso Internet –dijo, hablando para sí-. Cuando pille a Jacobo, le voy a dar.
Hacía un par de meses, su amigo Jacobo le había convencido para realizar una campaña de marketing en Internet. Él se había encargado de todo, había comprado una base de datos con correos electrónicos y había convertido los ataúdes en el regalo de esas navidades. Lo curioso es que en parte había funcionado y tenía unos cuantos pedidos para entregar el día de Reyes. Sabía que era un artesano, un artista fabricando ataúdes, pero no esperaba tener ese éxito. Había mucha gente rara, de eso no cabía duda.
Las maderas habían llegado el día anterior, dos palés de diferentes maderas nobles. Lo habían descargado y dejado a la puerta del taller. Lo normal era haberlo clasificado y organizado al fondo del taller, que había las veces de almacén. Pero por el apuro del momento se había quedado allí, a la entrada. Tenía más trabajo del que podía asumir, y sus empleados no querían hacer horas extras en navidad.
A última hora, cuando estaba a punto de irse notó un crujido extraño. Una luz se reflejaba contra las maderas. Se acercó y de pronto, sin que pudiese hacer nada para evitarlo, la pila se inclinó, como empujada por algo y cayó contra el portón del taller, bloqueándolo. Le dio la impresión que no había sido casual.