Última actualización: 17/6/04 16:00
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viernes, 18. junio 2004

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Un desastre de coche Por Miguel

"Un desastre de coche. Esa es la impresión que da". Quiero venderlo y le he estado haciendo unas fotografías en el garaje con una cámara digital. Lo voy a anunciar en un portal de Internet pero dudo que nadie me lo compre. No solo tiene mala pinta sino que las fotos que acabo de hacer no ayudan mucho. Dentro del garaje había poca luz y además está lleno de trastos. Un día tendré que hacer limpieza.

Para complicar las cosas, no puedo dejar abierto el portón, porque le falla el tope y se cierra solo. Por más que he buscado, no tengo ni idea de donde está la escalera que solía usar para sujetar el portón. Además tampoco podría sacar el coche a la calle y hacer allí las fotos porque está sin batería. El acceso al garaje está un poco en cuesta y no tendría fuerzas para empujarlo hasta el exterior.

"El coche es un desastre, mi garaje también". Es lo que pienso mientras voy avanzando, mirando cada fotografía, desechando una tras otra. Entonces me fijo en una, con más luz. "Bueno, esta es un poco mejor. No sé. Quizá no". Esa pertenece a la serie que hice apoyando la cámara en una estantería, con la opción de retardo. Apretaba el disparador, salía corriendo hasta el portón y lo subía a mano. Me daba el tiempo justo.

Se me ocurre que igual he salido en la fotografía, así que me fijo y efectivamente, allí en la esquina hay un tipo, pero no soy yo. ¿¿No?? ¿Entonces, quién es? ¿Quién es el que está en la fotografía? Me fijo mejor y entonces me reconozco. Estoy hecho un desastre.

Me alejo de la pantalla, miro la foto. La verdad es que el coche no tiene tan mala pinta después de todo.

Fotos antiguas Por Esperanza

He estado ordenando fotos antiguas hasta que el cansancio me ha vencido. Antes de ir en la cama me he desnudado frente al espejo. No me ha gustado lo que he visto. Esas estrías de las caderas no estaban en aquellas fotos. La primera salió hace siete años, acompañada de unas patadas que al principio juzgué dolor de estómago. Tampoco mi pecho era el de entonces, aunque el frío del suelo bajo los pies descalzos haya obrado el falso milagro de hacerme creer que he vencido a la gravedad. Casi he sonreído al pensar lo que dirías si despertases ahora. Al acercarme al espejo he recordado que antes, cuando me acariciabas la cara, no había arrugas en torno a los ojos. En un gesto masoquista, sabiendo que me pondría más triste, he girado el cuerpo sin quitar los ojos del espejo y casi me han asomado las lágrimas. He bajado entonces la mirada y se me ha escapado un suspiro. ¡Cuánto me ha robado el tiempo! Al retirar despacio una lágrima lo he visto reflejado en el espejo. Brillaba en mi dedo igual que entonces. Tenía arañazos, pequeños surcos, estaba algo deformado. Con una sonrisa he apartado la manta, con cuidado para no despertarte. Profundamente dormido, te has acercado, has acoplado tu cuerpo en el mismo ángulo que el mío y me has abrazado. ¡Cuánto me ha dado el tiempo!



 

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